Estás en el año 2055, hojeando una revista de historia, cuando te topas con un artículo titulado: “La guerra contra el cannabis, 1930”. Te detienes intrigado y piensas: “¿De verdad encarcelaban a personas por consumir una planta?”. Empiezas a leer y tratas de imaginar cómo era la vida en aquel siglo. Resulta casi imposible creer que una planta que hoy usamos con tanta libertad —para la salud, la creatividad, el bienestar— fue, durante décadas, motivo de estigmatización, persecución y cárcel.
Una planta con potencial medicinal
El cannabis ha sido utilizado durante muchísimos años con fines medicinales, recreativos y espirituales. Sin embargo, en el siglo pasado, fue satanizado y por lo tanto prohibido en muchos países. A pesar de ello, la ciencia poco a poco ha demostrado que esta planta tiene propiedades terapéuticas. Por ejemplo, el cannabidiol (CBD), un componente no psicoactivo del cannabis que ha mostrado eficacia en el tratamiento de epilepsia, ansiedad y dolor crónico.
En 2020, la ONU reconoció oficialmente las propiedades medicinales del cannabis al retirarlo de la lista de sustancias más peligrosas. Este paso fue fundamental para facilitar la investigación y el desarrollo de tratamientos basados en esta planta.
Derechos humanos en juego
La prohibición del cannabis no solo ha restringido el acceso de muchas personas a tratamientos médicos, sino que también ha tenido un impacto profundo en los derechos humanos, afectando libertades fundamentales y perpetuando injusticias.
- Derecho a la salud: Negar a los pacientes el acceso a tratamientos efectivos basados en cannabis es una violación directa de su derecho a la salud.
- Derecho a la libertad: Miles de personas han sido encarceladas por posesión o consumo de cannabis, muchas veces en contextos donde la sustancia es legal para uso medicinal.
- Derecho a la igualdad: Las políticas de drogas han afectado desproporcionadamente a comunidades marginadas, perpetuando la desigualdad y la discriminación.
Encarcelamientos injustos y la “guerra contra las drogas”
La “guerra contra las drogas” ha llevado a la encarcelación masiva de personas por delitos relacionados con el cannabis. Solo en Estados Unidos, en 2016, más de 1.5 millones de personas fueron detenidas por violaciones a leyes de drogas, y un abrumador 89% de esos casos fueron por simple posesión de marihuana. ¿Y qué ha cambiado desde entonces? Muy poco. A pesar de los avances en la legalización en varios estados, miles siguen siendo criminalizados por algo que hoy, irónicamente, representa una industria multimillonaria.
Estas políticas han sido ampliamente criticadas por su ineficacia y por violar los derechos fundamentales de las personas. La ONU ha instado a los países a adoptar enfoques basados en la salud pública y los derechos humanos en lugar de la criminalización.
Un futuro más justo y compasivo
Ya es momento de replantear seriamente nuestras leyes sobre el cannabis. En lugar de seguir criminalizando su uso, deberíamos enfocarnos en educar, regular y garantizar un acceso seguro y responsable para quienes lo necesitan. La despenalización y legalización, acompañadas de políticas de salud pública bien diseñadas, no solo pueden reducir el estigma social, sino también ampliar el acceso a tratamientos efectivos y empezar a reparar las injusticias históricas que esta planta ha cargado por décadas.